Wednesday, 12 January 2011

Romantic Comedy

Una de las noches que salimos Zooe, Celine (la otra motivadora de este blog) y yo -ah ¿que todavía no me presenté? Me pueden decir Titi- tiene una historia particular. Por lo general vamos a distintos lugares motivadas por distintas temáticas depediendo de la fauna que nos puede ofrecer el sitio. En este caso era una fiesta de los ´50 en un bowling en el centro de la ciudad de Londres, donde actualmente las tres residimos. Y por nuestra parte, para ponerle ´nuestro´ toque temático, las tres decidimos salir en tacos, cosa no muy frecuente y podría decir hasta anecdótica.

Una vez en el lugar, calorcito veraniego de fondo, la prometida fauna comenzó a aparecer: chicas con sus vestidos al vuelo, lunares, pelos enrulados para arriba, pañuelos, labios rojos y pestañas muchas y robustas.
Ellos también estaban listos para el rock de revoleo de pata: Jeans achupinados, camisas, corbatas finitas y botones desabrochados mostrando camiseta blanca. Después de unos tragos la música empezó a acompañar a la vista y sonaron esos clásicos que escuchaba con mi papá y que inevitablemente me hacían moverme como si él me estuviera haciendo girar y yo tuviera 12 otra vez.

Entre bailes aparece un peculiar personaje en escena que inmediatamente captó mi atención. Aunque no sabría decir muy bien por qué. Capaz la camisa con arabescos rojos adentro del pantalón, capaz el corbatín alredeor de su cuello y no sobre el de la camisa, tal vez las zapatillas de lona grises que evidenciaba haber sido blancas en algún momento, tal vez su sonrisa de inexistente labio inglés que tanto me tienta. El caso es que dicho personaje finalmente se acercó a hablarnos y con todo su acento de Lord Británico (¿tengo que agregar adjetivos a eso? no creo) nos empezó a hacer las típicas preguntas que se hacen acá como de dónde eramos y qué hacíamos, bla bla... Mientras en el interín y de a poco, iba soltando movimientos de baile tan o más peculiares que él. Es muy gracioso cuando un hombre baila haciéndose el sexy sólo para hacer reír a una mujer, y éste sabía exáctamente como hacerlo.

La charla era complicada por la música y me preguntó si quería ir a fumar afuera. Salimos Zooe, él y yo y sentados en la vereda, nos confesó que él no fuma, que sólo quería tomar un poco de aire (guiño, guiño). Ahí nos enteramos de que se llama John (con apellido totalmente traducible al español, lo que me encantó vaya a saber uno por qué) y que es actor de comedia; según él desempleado e independiente sin mucho para contar de eso, aunque pasado un tiempo y bajo investigaciones internísiticas, descubrí que tuvo un micro en una de las cadenas de televisión más conocidas de Inglaterra (menudo modesto). La charla fue muy amena, demasiado para mi nivel de inglés y mi poco poder de atención a lo que decía... Mencioné el acento, no? Me costaba mucho focalizar. En fin.

Luego de varios bailes y charla y esa sonrisa, y de haberme ya desayunado de que lo de comediante le vestía perfectamente bien, llegó la hora de la retirada. Cuando las miradas de saludos de despedida se empezaron a cruzar, John nos propuso ir a una plaza a beber del alcohol que llevaba en el bolso (y dicho sea de paso, no era lo único que tenía ahí, yo creo que esa bandolera atesoraba todas sus pertenencias de ´valor´). Zooe, ni lerda ni perezosa, accedió mientras Celine agotada por una larga jornada, se retiró.

Nos quedamos en dicha plaza cerca del lugar. En realidad en la esquina, porque la plaza a esas horas ya estaba cerrada y tras varios intentos de John por saltar la reja sin resultado positivo, la decisión de quedarnos fuera fue inminente. Él había llegado a la fiesta con motivo de la despedida de soltero de un amigo, pero le importó muy poco abandonar el evento para poder convidarnos de su Jack Daniels en lata y caliente, recién sacado de un día de trajín. Mientras bebíamos el tópico de la charla fue "diferencias entre levante inglés y argentino" y Zooe, otra vez a la vanguardia de la situación, le empezó a  explicar a John cuáles son los movimientos que un hombre debe hacer para ganarse a una chica argentina. Y fue en ese exacto momento en que todo se trasformó en una de las experiencias espontáneas más románticas de mi vida.

"Ok, lo voy a intentar," nos comunicó luego de varios cruces y diferencias. "Vos tirame letra y yo encaro," le reclamó a Zooe.
Y así fue. Se alejaron ambos de mi, cuchicheaban, se reían a unos pocos metros casi lindando la calle mientras yo aguardaba en la vereda. John se preparaba subiéndose los pantalones, arremangando su camisa y trasformando su cara con mueca de ceja orgullosa y labio al costado a lo ganador nato. Me miraba y a paso de macho cabrío me increpaba con alguna frase.
"Soy dentista, puedo examinarte la boca con un beso?" Yo me reía. 
"Soy como el león, me garcho a las mujeres y después las dejo." Ok, ésta no fue muy sutil y se lo hice saber así que no le quedó otra que volver a intentarlo. A la esquina otra vez en la búqueda de los consejos de Zooe. Y volvía...
"Soy muy buen besador, puedo saber si vos también lo sos?" Y la respuesta no se hizo esperar.
"Si, podés llamar a mi ex y preguntarle," le contesté entre risas.
El pibe no tuvo mejor idea que sacar su celular y simular una conversación con mi ex, momento bizarro si los hay. Nosotras le preguntábamos qué le decía mi ex.
"Nada, me pregunta de dónde saqué su teléfono." Yo dije que era un personaje.
En fin, las frases de macho en levante se sucedían y con cada una sus brazos se sentían más seguros sobre mi cintura, hasta que llegó la última de la práctica profesional hacia ser un argento piratón.
"Te ví desde que entré, eras la chica mas linda del lugar," por supuesto yo no paraba de reírme hasta que me abrazó suave pero firme con su brazo izquierdo rodeando mi cintura y su mano derecha sosteniéndome la nuca, dejando rozar su barbilla con mi mejilla derecha. Me quitó el aliento.
"Si no dejas de reirte te doy un beso," afirmó entre susurros y evidentes nervios (de ambos). Instantanemante mi risa se hizo silencio y corrí la cara a un costado de la suya para poder mirarlo a los ojos. John me seguía sosteniendo y no parecía querer dejar que el espacio se interpusiera entre su cuerpo y el mio. .
"¿Estás actuando?" Yo ya no sabía dónde encontrar el límite entre el comediante y el hombre.
"Te voy a besar."

Y el sólo recuerdo de ese beso me trae una sonrisa tan plena que me hace hasta sonrojar de lo cursi que sueno.

Minutos después estábamos de la mano yendo a tomarnos el colectivo y cambiando números. La historia ternina con una novia pesada pidiendo segunda oportunidad justo la semana siguiente a la que nos conocimos; pero dejenmé quedarme con este recuerdo ya que el romanticismo se puede presentar de maneras muy infrecuentes y está bueno saber reconocerlo.

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