"Che Boluda, esto es un quilombo", mientras comíamos milanesas, tomábamos Quilmes y nos preparábamos para un Fernet de postre. Y lo que antes era habitual y sencillo de repente es un cliché. La distancia cambia muchas cosas y permite otras tantas que desdibujan el panorama de ciertas cuestiones.
"Soy de zona sur," dije.
"Ah por ahí ni idea, soy de zona norte, por Pilar, viste?"
Si me hubiesen dicho esas mismas palabras en Buenos Aires, no sólo hubiese sido causa de eliminar definitivamente al sujeto en cuestión de la lista de posibles, sino que me hubiese mofado tanto, pero tanto de él y de manera tan grosera, que él solito me hubiese eliminado de su lista. Pero esta vez no fue el caso (aunque algún que otro chiste esbocé sobre su acento y traté de imitarlo varias veces logrando de parte de él una sorisa condescendiente).
Es que cuando conocés a alguien de tu nacionalidad en un país lejano, ambos la jugamos de visitante, lo que da ciertas libertades y permisos, y lo que te hace mas tolerante también.
Cena, charla mucha y más temas en común de los que me habría podido imaginar. Sarcasmos, chistes y honestidad brutal. Lo que se ve es lo que hay, sin vueltas ni caretas. Y a casa, porque el sabor de la carne argentina es único en el mundo. Los restaurantes con carne de allá son caros por la excelencia. Yo quería recordar sabores y no me equivoqué en la elección.
Besos entre risas, descubrirse y darle paso natural a la pasión, sin que eso se convierta en algo sucio, sino mas bien sincero. Y no hay nada de malo en dejarse llevar para sentirse fuera de este mundo una vez más. Para que el sudor juegue de aliado y la música que circule sea composición propia de miradas ciegas.
Lo que vino después de esa velada no hace a la anécdota, realmente no importa demasiado. A veces el sólo momento alcanza para recordar que, sin importar la temperatura del ambiente, si la sangre circula, es porque está caliente. Aún se está con vida!
Yeah I'm seeing, a whole other world in my mind...
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